jueves, 17 de enero de 2013


AJOS COMEN,CON ESTRELLA Y ESTRELLADOS, columna publicada en El Día de Zamora.
 11-1-2013

CON ESTRELLA Y ESTRELLADOS
Truenan en mis oídos las solemnes palabras del último eslogan cacareado por los grandes círculos del poder: “Hay que arrimar el hombro. Entre todos saldremos del atolladero”. Engatusadora mentira destinada a calmar los ánimos de la gente humilde, la que ya arrimaba el hombro, la que sufre esta estafa, que otros llaman crisis. Nosotros, los humildes, somos los estrellados.
Después están los otros, los que tienen estrella. Estar en uno u otro lado, no es cuestión de suerte, ni de designios divinos ni de patrañas inocentes. Son los bandos que corresponden a la eterna guerra del rico en pos de su primacía. Una guerra en estado de tregua cuando los tiempos de bonanza son propicios y las migajas se reparten con alegría, y en acción cuando la escasez se convierte en el pan de cada día. Si no es plenamente necesario, no se sacan los tanques ni las bombas. Las batallas importantes se libran en solemnes despachos y en palacios de congresos. Las armas de los humildes son los gritos en las calles, que no acaban de estrellarse contra esos oídos sordos.
Si nosotros, querido lector, somos los estrellados, ¿quiénes son los otros, los que tienen estrella? A ellos no los conocemos personalmente, desde luego que no. A algunos los hemos visto en la tele, pero cara a cara, no, no los conocemos. Son personajes como de ficción, escondidos detrás de entes poderosos con siglas rimbombantes, que como jugando al despiste, nos presentan con el genérico de “mercados”. Pero hay más en este selecto grupo de la estrella, son todos los beneficiarios de las últimas fechorías estatales, las que implantan el pago del pobre y eximen al rico. Pertenecientes a este selecto grupo de privilegiados nos encontramos a la Casa Real, la Iglesia y la clase dominante, dícese de los dichosos políticos y de otros intocables, que se pasan por el forro toda ética y dignidad, cada uno de ellos con una recua de chupópteros a sus espaldas, capaces de deprimir no solo a un país, también a un continente, y si fuera menester, al planeta entero.  

J.V.G. 

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